sábado, 15 de octubre de 2016

Por qué volví a la Medicina (parte 1)

Más de un año sin escribir en el blog. Bueno, ustedes ya saben que las prioridades profesionales han cambiado en los últimos meses. Si alguien viene del futuro y me dice en 2013 que yo iba estar en un laboratorio escandinavo aprendiendo a trabajar con células madres en lugar de editando microinformativos en una ya cerrada televisión de Valencia, simplemente lo tomo como inocentada fuera de época. El año pasado, todavía en Ecuador, les conté cómo iba la historia en ese momento. Voy a recapitularlo para finalmente ponernos al día.

Para resumir el por qué de este giro tan brusco en mi trayectoria debería remitirme a un mes en concreto: mayo de 2014. Ese mes tuve que volar inesperadamente a Ecuador por un serio quebranto en la salud de mi abuela, un viaje que fue demasiado para una rodilla que ya arrastraba molestias hace algunos meses. Tras el sepelio cometí la imprudencia de ponerme en manos de un conocido cirujano de Guayaquil, el "de los futbolistas", de cuyo quirófano salí lesionado de por vida (me dañaron el nervio femoral y quedé con la pierna izquierda paralizada). Acudí a él porque era el que mi seguro de salud en España me recomendaba. La decisión fue un desastre para mi salud y hasta para mi economía, ya que los errores en la documentación remitida por el cirujano ocasionaron que la compañía de seguros rechazara el trámite de la devolución de mi dinero. Todo un desastre.

En esos mismos días se confirmó el cierre por motivos políticos del canal de TV donde trabajé durante 9 años en España. En pocas semanas me había quedado sin trabajo, imposibilitado de caminar y de duelo por mi abuela, un dolor que eclipsaba sin duda a las otras dos pérdidas.

Una rutinaria operación de ligamento cruzado me mantenía varado en Guayaquil ya que semana a semana empeoraba, lejos de mejorar. Las largas, dolorosas y caras sesiones de rehabilitación no servían para nada. El traumatólogo y su fisioterapeuta no vieron (incapacidad) o no quisieron ver (mala voluntad) que las cosas iban mal y no me proporcionaron el tratamiento debido. Podría escribir mil cosas respecto a lo mal tratado (profesional y personalmente) que fui en manos de ellos, pero puedo resumir que cuando el traumatólogo me sugirió volver a quirófano (me dio un presupuesto "con descuento") me quedó claro que había algo mal. Decidí buscar una segunda opinión y la mala noticia fue devastadora.

El médico que me dio esa segunda opinión detectó con un simple examen físico que mi músculo cuádriceps, el principal de la pierna, imprescindible para caminar, estaba paralizado. Las pruebas de neurología (dolorosísimas) que me pidió confirmaron que mi nervio femoral había sido severamente lastimado durante la cirugía. Increíble que el profesional "experimentado" que me operó nunca viera o admitiera una lesión que fue tan fácil de detectar para el joven traumatólogo. El pronóstico era reservado. No había certeza de que algún día podría recuperar el uso de esa pierna.

Me encontraba en frente de la situación más complicada de mi vida. La lesión era terrible, no había recibido el tratamiento adecuado esos primeros meses y me encontraba incapacitado por un tiempo imposible de predecir. Mi futuro pendía de un hilo.

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