Como les conté en la entrega anterior, la negligencia sufrida durante mi operación de rodilla me había dejado con una pierna paralizada, sin poder volver a España, donde tenía centrada mi vida personal y profesional. Tras analizarlo con mi familia, decidimos demandar a los responsables de la cirugía que me lesionó de por vida, pero también tenía que tomar decisiones respecto a mi futuro.
Siempre fui un periodista activo, al quien le ha gustado moverse. Súbitamente me tocaba requerir de silla de ruedas primero y luego muletas para hacer hasta los más básicos desplazamientos dentro de casa. Estaba "varado" en Guayaquil y mi puesto de trabajo en España ya no existía ya que el canal había sido cerrado por el gobierno regional (en los momentos en que escribo estas líneas parece que volverá a abrirse pero ese ya es otro tema).
El tiempo de estadía forzosa en Guayaquil fue duro. Necesitaba un desafío para pelear nuevamente. No sabía cuánto tiempo estaría inmóvil y decidí que lo único que iba a paralizarse en mi vida era esa pierna, no mi espíritu. Necesitaba un nuevo desafío por el que pelear y mi elección fue volver a estudiar. Originalmente la idea fue hacer otra Maestría en el área de la Comunicación, pero al ver que las herramientas actuales de la Medicina no permitían encontrar una solución a mi daño neurológico sopesé la posibilidad de retomar mi formación médica. Por mí y por la gente que sufría lesiones como la mía. Al final fui aceptado por la Universidad de Aalborg (Dinamarca) para cursar la Maestría en "Medicine with Industrial Specialization", centrada en la investigación con células madre para regenerar tejidos y órganos dañados. Suena aún a ciencia ficción pero en un futuro cercano estos avances cambiarán el enfoque del tratamiento de las parálisis, las incontinencias urinarias, las insuficiencias cardíacas, las diabetes. Dennos tiempo.
Todavía sobre dos muletas me vine para el frío norte de Europa. Minusválido y solo en un país extraño. Era un reto. Siempre me gustaron los retos. Yo no podía permitir que la mala práctica de un cirujano detuviera mi vida. Si una puerta se me cerraba súbitamente (no me veía como periodista "cojo" transmitiendo partidos en España o Ecuador) yo estaba obligado a abrirme otra. Así empezó mi trayectoria en este nuevo país, Dinamarca. Y aquí estamos. El tiempo vuela y ya estoy cerca de acabar la Maestría.
Todo este infortunio me forzó a hacer dos viajes. El de ida a Dinamarca y el de regreso a la Medicina. Probablemente sean los definitivos.
Saludos a todos.
Julio Vacacela C.
PD: Otro de los motivos para irme lo más lejos posible de Ecuador era encontrar un médico imparcial que me tratara. En Ecuador tuve que cambiar varias veces de traumatólogo ya que nadie quería problemas con el cirujano que me operó, famoso en el medio local. Incluso un especialista amigo de la familia se excusó de seguirme atendiendo tras discutir con el responsable de mi cirugía. Otro traumatólogo me sugirió retirar la demanda porque, pese a reconocer que yo tenía razón, era díficil ganarle un juicio al tan bien relacionado doctor en cuestión. Solidarios entre ellos. No les hice caso y el juicio sigue. Si me quedaba más tiempo en Ecuador estaba frito. Lamentablemente pasó demasiado tiempo y los médicos en España y Dinamarca solamente confirmaron la seriedad de los daños y la imposibilidad de una recuperación total. Mi única alternativa era la fisioterapia para evitar daños mayores. O la medicina regenerativa, aunque esto más como una esperanza de futuro.
Mi ventana al fútbol del país donde nací (Ecuador), de la tierra donde me hice periodista (España) y otras inquietudes personales. Un día perdido es cuando no aprendemos algo nuevo.
domingo, 16 de octubre de 2016
sábado, 15 de octubre de 2016
Por qué volví a la Medicina (parte 1)
Más de un año sin escribir en el blog. Bueno, ustedes ya saben que las prioridades profesionales han cambiado en los últimos meses. Si alguien viene del futuro y me dice en 2013 que yo iba estar en un laboratorio escandinavo aprendiendo a trabajar con células madres en lugar de editando microinformativos en una ya cerrada televisión de Valencia, simplemente lo tomo como inocentada fuera de época. El año pasado, todavía en Ecuador, les conté cómo iba la historia en ese momento. Voy a recapitularlo para finalmente ponernos al día.
Para resumir el por qué de este giro tan brusco en mi trayectoria debería remitirme a un mes en concreto: mayo de 2014. Ese mes tuve que volar inesperadamente a Ecuador por un serio quebranto en la salud de mi abuela, un viaje que fue demasiado para una rodilla que ya arrastraba molestias hace algunos meses. Tras el sepelio cometí la imprudencia de ponerme en manos de un conocido cirujano de Guayaquil, el "de los futbolistas", de cuyo quirófano salí lesionado de por vida (me dañaron el nervio femoral y quedé con la pierna izquierda paralizada). Acudí a él porque era el que mi seguro de salud en España me recomendaba. La decisión fue un desastre para mi salud y hasta para mi economía, ya que los errores en la documentación remitida por el cirujano ocasionaron que la compañía de seguros rechazara el trámite de la devolución de mi dinero. Todo un desastre.
En esos mismos días se confirmó el cierre por motivos políticos del canal de TV donde trabajé durante 9 años en España. En pocas semanas me había quedado sin trabajo, imposibilitado de caminar y de duelo por mi abuela, un dolor que eclipsaba sin duda a las otras dos pérdidas.
Una rutinaria operación de ligamento cruzado me mantenía varado en Guayaquil ya que semana a semana empeoraba, lejos de mejorar. Las largas, dolorosas y caras sesiones de rehabilitación no servían para nada. El traumatólogo y su fisioterapeuta no vieron (incapacidad) o no quisieron ver (mala voluntad) que las cosas iban mal y no me proporcionaron el tratamiento debido. Podría escribir mil cosas respecto a lo mal tratado (profesional y personalmente) que fui en manos de ellos, pero puedo resumir que cuando el traumatólogo me sugirió volver a quirófano (me dio un presupuesto "con descuento") me quedó claro que había algo mal. Decidí buscar una segunda opinión y la mala noticia fue devastadora.
El médico que me dio esa segunda opinión detectó con un simple examen físico que mi músculo cuádriceps, el principal de la pierna, imprescindible para caminar, estaba paralizado. Las pruebas de neurología (dolorosísimas) que me pidió confirmaron que mi nervio femoral había sido severamente lastimado durante la cirugía. Increíble que el profesional "experimentado" que me operó nunca viera o admitiera una lesión que fue tan fácil de detectar para el joven traumatólogo. El pronóstico era reservado. No había certeza de que algún día podría recuperar el uso de esa pierna.
Me encontraba en frente de la situación más complicada de mi vida. La lesión era terrible, no había recibido el tratamiento adecuado esos primeros meses y me encontraba incapacitado por un tiempo imposible de predecir. Mi futuro pendía de un hilo.
Para resumir el por qué de este giro tan brusco en mi trayectoria debería remitirme a un mes en concreto: mayo de 2014. Ese mes tuve que volar inesperadamente a Ecuador por un serio quebranto en la salud de mi abuela, un viaje que fue demasiado para una rodilla que ya arrastraba molestias hace algunos meses. Tras el sepelio cometí la imprudencia de ponerme en manos de un conocido cirujano de Guayaquil, el "de los futbolistas", de cuyo quirófano salí lesionado de por vida (me dañaron el nervio femoral y quedé con la pierna izquierda paralizada). Acudí a él porque era el que mi seguro de salud en España me recomendaba. La decisión fue un desastre para mi salud y hasta para mi economía, ya que los errores en la documentación remitida por el cirujano ocasionaron que la compañía de seguros rechazara el trámite de la devolución de mi dinero. Todo un desastre.
En esos mismos días se confirmó el cierre por motivos políticos del canal de TV donde trabajé durante 9 años en España. En pocas semanas me había quedado sin trabajo, imposibilitado de caminar y de duelo por mi abuela, un dolor que eclipsaba sin duda a las otras dos pérdidas.
Una rutinaria operación de ligamento cruzado me mantenía varado en Guayaquil ya que semana a semana empeoraba, lejos de mejorar. Las largas, dolorosas y caras sesiones de rehabilitación no servían para nada. El traumatólogo y su fisioterapeuta no vieron (incapacidad) o no quisieron ver (mala voluntad) que las cosas iban mal y no me proporcionaron el tratamiento debido. Podría escribir mil cosas respecto a lo mal tratado (profesional y personalmente) que fui en manos de ellos, pero puedo resumir que cuando el traumatólogo me sugirió volver a quirófano (me dio un presupuesto "con descuento") me quedó claro que había algo mal. Decidí buscar una segunda opinión y la mala noticia fue devastadora.
El médico que me dio esa segunda opinión detectó con un simple examen físico que mi músculo cuádriceps, el principal de la pierna, imprescindible para caminar, estaba paralizado. Las pruebas de neurología (dolorosísimas) que me pidió confirmaron que mi nervio femoral había sido severamente lastimado durante la cirugía. Increíble que el profesional "experimentado" que me operó nunca viera o admitiera una lesión que fue tan fácil de detectar para el joven traumatólogo. El pronóstico era reservado. No había certeza de que algún día podría recuperar el uso de esa pierna.
Me encontraba en frente de la situación más complicada de mi vida. La lesión era terrible, no había recibido el tratamiento adecuado esos primeros meses y me encontraba incapacitado por un tiempo imposible de predecir. Mi futuro pendía de un hilo.
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